“Mayo” Zambada, el último capo

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Ricardo Ravelo/sinembargo.mx

Al iniciarse el cuarto mes del nuevo Gobierno, el llamado régimen de la Cuarta Transformación, dos capos temibles se erigen como los amos y señores del narcotráfico en México: Ismael “El Mayo” Zambada y Nemesio Oseguera, cabezas de los cárteles de Sinaloa y de Jalisco Nueva Generación, respectivamente.

Tras la caída de Joaquín Guzmán Loera, supuesto jefe de Sinaloa –otras versiones sostienen que Zambada siempre ha sido el verdadero jefe de ese grupo criminal –”El Mayo” se entronizó en la jefatura del cártel y todo indica que se quedará por mucho tiempo, al menos durante este sexenio parece intocable y también necesario para restablecer el orden entre los grupos criminales.

Oseguera, por su parte, quien supuestamente estuvo a punto de ser detenido en las postrimerías del sexenio pasado, también se reposicionó como jefe del Cártel de Jalisco: tiene el control en diez entidades y nada parece removerlo del mando de la organización criminal que fundó en 2008, precisamente asociado con Sinaloa, aunque más tarde terminaron separados.

Recientemente en Sinaloa aparecieron algunas narcomantas, cuyos mensajes se atribuyen a Zambada García. En una de ellas el mensaje de Zambada fue muy claro. Les advirtió a los cárteles violentos: “O se alinean o los alineo”.

El mensaje, elocuente por donde se le mire, indica que Zambada García será un hombre muy poderoso en el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Es un capo necesario para el régimen debido al control que ejerce en el crimen organizado nacional e internacional, pues también tiene amplias influencias en todo el Continente latinoamericano, donde Sinaloa ha impuesto sus reales.

Y es que Zambada García es el último capo poderoso de la vieja guardia. Todos han muerto o están presos. Hasta 1997, el amo del narcotráfico era Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”, cabeza del Cártel de Juárez, otrora poderoso grupo criminal fundado por Pablo Acosta Villarreal, “El Zorro de Ojinaga”.

Sus jefes posteriores fueron Rafael Aguilar Guajardo –asesinado en Cancún, Quintana Roo en 1993 –, Carrillo Fuentes lo relevó y tras la muerte de éste su hermano Vicente, conocido como “El Viceroy”, tomó el mando. Luego fue detenido en Torreón, Coahuila.

En el Cártel de Juárez militaron Ismael Zambada, los hermanos Carrillo Fuentes, Juan José Esparragoza Moreno, “El Azul” –quizá uno de los más hábiles para negociar con grupos antagónicos –, quien supuestamente falleció hace unos cuatro años debido a un paro respiratorio causado tras un accidente automovilístico.

De aquel poderoso Cártel de Juárez también formaban parte los hermanos Beltrán Leyva –Arturo era el más violento e intrépido –y Nacho Coronel. Tras la supuesta muerte de Amado Carrillo, tuvieron que pasar cuatro años para que este equipo de capos y criminales se volvieran a juntar en el Cártel de Sinaloa, fundado por Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”.

Fue a partir del año 2001 –al arranque del sexenio de Vicente Fox –cuando las autoridades se confabularon para soltar a Guzmán Loera a cambio de un pago millonario. Al régimen panista le interesaba que un solo grupo criminal tomara el control del crimen organizado y “alineara” a los cárteles beligerantes, entre otros, el del Golfo, Los Zetas y La Familia Michoacana.

Cobró auge entonces la idea de crear una Federación de Narcotraficantes, proyecto en el que trabajó mucho Esparragoza Moreno, “El Azul”, sin conseguirlo, pues lo único que lograron es que Sinaloa se convirtiera en la empresa del tráfico de drogas más poderosa del mundo. Actualmente opera en cincuenta países.

Pero el anhelo de crear esa mega-estructura criminal se quedó como un viejo proyecto que bien podría cristalizarse en el actual gobierno. Como se observa, el gobierno de López Obrador no perseguirá a los jefes del narcotráfico en México, pues los necesita para imponer orden y establecer nuevos controles en la geografía del narco. También los necesita porque el tráfico de drogas es puntal de la economía nacional.

Actualmente son dos los capos poderosos, pero uno sobresale más que otro por su inteligencia y el fino manejo que ha mostrado para operar el negocio aparentemente sin violencia. Uno de ellos es Nemesio Oseguera, cabeza del Cártel de Jalisco; el otro es Ismael Zambada García, “El Mayo”, considerado el último capo de la vieja guardia.

Zambada García se inició en el negocio del narcotráfico en los años setenta. Antes era empleado de una mueblería. Más tarde se metió al negocio –“así nomás”, según le relató al periodista Julio Scherer García cuando se encontró con él en la sierra de Sinaloa –y es el más longevo en esa actividad. Más de cuatro décadas se ha mantenido Zambada en el negocio, intocable e impune y ahora más necesario que nunca para el actual régimen de López Obrador ante la urgencia de meter orden en el país y pacificar el territorio.

Zambada García y Esparragoza Moreno, “El Azul”, coincidían en una idea: que el narcotráfico es un negocio que no se lleva con la violencia. Y esa idea, perdida durante años debido a las confrontaciones, parece que puede cristalizarse en el gobierno de la Cuarta Transformación.

El Gobierno de López Obrador es el único que abiertamente a expuesto que no perseguirá a los capos de la droga, que no combatirá la violencia con violencia y también propuso que habrá amnistía para algunos de ellos. Este escenario es más que favorable para el crimen organizado que opera en México. Se trata de un acuerdo entre el Gobierno y la mafia. “Yo no me meto contigo y ustedes me tranquilizan el país”.

López Obrador necesita garantizar la gobernabilidad, pero él no está dispuesto a desgastarse en esa tarea. Que los capos se encarguen de los capos”, parece decir el Presidente, quien ahora está imbuido en atender las más urgentes necesidades sociales.

De ahí que sobre sentido el mensaje de “El Mayo” a través de la narcomanta colgada en Sinaloa y en otros estados, donde el máximo jefe del Cártel de Sinaloa hace un primer llamado a los cárteles para que se cuadren con él, lo que a todas luces parece un gran cambio en las reglas del juego criminal.

“El Mayo” Zambada, sin duda, es el capo del régimen y ya está haciendo su tarea: alinear a los grupos beligerantes, de otro modo, podrían ser capturados o asesinados. El mensaje no puede ser más claro: “O se alinean o los alineo”. Y el mensaje va dirigido a todos los cárteles, catorce en total, que operan en el territorio mexicano y en buena parte del continente.

Actualmente no existe otro capo con tanto poder –político y criminal –como Ismael Zambada García. Nadie podría garantizarle al gobierno federal poner orden en el país, ninguna otra figura tiene el tamaño y el control para alinear a los grupos antagónicos. “El Mayo” Zambada no juega al poderoso. Ejerce el poder que tiene y su posición no deja rendijas: por las buenas o por las malas tienen que ajustarse a las nuevas reglas.

A lo largo de varios sexenios algunos capos han gozado de poder e influencia. Con Carlos Salinas el rey fue Juan García Ábrego; con Zedillo, Amado Carrillo Fuentes; con Vicente Fox y Felipe Calderón, respectivamente, Joaquín Guzmán Loera fue el más poderoso jefe del Cártel de Sinaloa; con Enrique Peña Nieto Sinaloa gozó de algunos años de impunidad, pero después “El Chapo” fue capturado. El Cártel de Jalisco, de Nemesio Oseguera, alcanzó gran auge en el país. Y ahora con Andrés Manuel López Obrador, sin duda, El Mayo Zambada se erige como el capo del sexenio.

Se afirma que Rafael Caro Quintero también forma parte de este proyecto sexenal. Este personaje, famoso en los años ochenta porque ofreció pagar la deuda externa de México, opera con el cártel de Sinaloa desde el norte del país.

Después de todo, a Zambada y asociados no les está yendo tan mal con el gobierno de la Cuarta Transformación. El capo necesita poder y protección y el régimen necesita de él para pacificar el territorio y de esa forma cumplir el ofrecimiento de abatir la violencia del crimen organizado. El negocio del narcotráfico debe continuar, pero al estilo Colombia: sin violencia de alto impacto y, ante todo, con gobernabilidad.

Ningún Gobierno del mundo tiene la capacidad para pacificar un territorio tan grande y descompuesto sin alianzas en el crimen organizado. En alguna ocasión, Juan José Esparragoza, “El Azul”, dijo que “la paz social” no dependía del Gobierno sino de los acuerdos a los que llegaran los cárteles y sus capos.

Y esto parece que empieza a tomar sentido.

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