Se cumplirán más de tres décadas cuando los detectives de Estados Unidos se reunían con policías de Baja California en un café localizado sobre bulevar Agua Caliente en el entronque con la avenida Rio Yaqui de la ciudad de Tijuana.
Ahí en dicho sitio que como característica particular aun cuenta con un personaje frente a su fachada que daba al Toreo de Tijuana, se reservaba una mesa al fondo donde las meseras y meseros conocían de su trabajo.
Esa pequeña área quedaba aislada mientras detectives de ambos países tomaban café y compartían información, datos, fotografías y en ocasiones hasta retratos hablados. Posterior al intercambio de información e impresiones, se diseñaban las actividades que emprenderían de manera conjunta durante algún operativo policiaco.
En una de las muchas ocasiones que detectives de Estados Unidos y policías de Baja California se reunían, se presentó un incidente que pocas personas llegaron a conocer, fuimos testigos de su lenguaje facial, un gesto de preocupación muy marcado entre todos los presentes. El retrato hablado que la autoridad mexicana había presentado en la mesa del café no correspondía a las características faciales que tenían de los diversos testigos según información de lo que ahora llaman inteligencia.
La sugerencia de inmediato fue de nueva cuenta entrevistar testigos y de toda la información que pudiera reunirse, enfatizar en los datos para la posible identificación del criminal.
Las versiones de los testigos del hecho que se investigaba diferían mucho de la representación de las mediciones de la cabeza y forma de cara plasmada en el retrato hablado. Se buscaba una persona con rasgos mestizos. Aquel retrato hablado o dibujo elaborado a lápiz del rostro de un individuo descrito por personas a las que se entrevistó no coincidía. Fue cuando Orta elaboro un segundo que tenía mayor semejanza.
El mismo retrato hablado o dibujo artístico elaborado por quien sería el Jefe de Laboratorio de Criminalística e Identificación de la Policía en Baja California se basaba en datos básicos de la persona, rasgos personales como color de ojos, cabello, nariz y forma de cara, cabeza, cuello y orejas, así como señas particulares entre ellas cicatrices, manchas y lunares, que describieron en las entrevistas preliminares las y los testigos del hecho criminal que se investigaba.
En teoría Bertillon –científico forense que impulso la antropometría y fotografía forense hace más de un siglo- clasificó las formas del rostro, por lo que el retratista logro dibujar a lápiz el rostro del delincuente descrito por las víctimas y testigo presenciales.
En la década de los setentas, en las policías de México y Estados Unidos el retrato hablado era de uso común como en casi todo el mundo, sin embargo, los artistas presentaban dificultades cuando seguían un mismo patrón de dibujo o se acostumbraban a la elaboración del retrato hablado.
En los años ochenta motivados los policías de ambos países y después de lo sucedido en aquella mesa de café, los enlaces del FBI (Federal Bureau of Investigation) de Estados Unidos proporcionaron a las autoridades locales un sistema que había sido desarrollado con el propósito de estandarizar la valoración de los rasgos faciales. El sistema incluía un catálogo completo de ojos, cejas, nariz, mentones y otros datos adicionales, como sombreros, lentes, gorros y aretes.
Este compendio entregado mediante dos estuches portátiles contenía en su interior más de un centenar de impresiones en acetatos que al sobreponerse entre sí, generaban automáticamente el retrato. Durante los próximos diez años la técnica se fue perfeccionando y ahora el acetato se convirtió en fotografía impresa en laminillas rectangulares de las cuales se utilizarían cada uno por separado para organizar el retrato hablado.
La generaciones actuales quizás solo conocen que a partir de los años noventa, la computación perfecciono la técnica y actualmente el retrato hablado tiene un alto grado de exactitud y bajo margen de error, gracias al desarrollo de sistemas.
Sin embargo para los años ochenta crear un rostro mediante el empleo de un kit de imágenes parciales previamente preparadas, cuya combinación permite la reconstrucción facial era por demás fascinante.
A partir de la donación que realizo el detective Ron Collins de EU, los investigadores estatales pudieron aprovechar el conjunto de fotografías con rasgos fisonómicos parciales para poder construir los nuevos retratos hablados.
El retrato hablado también es reconocido como arte forense y se aplican técnicas de artes visuales en combinación con una minuciosa entrevista y amplia sensibilidad para captar los datos más significativos que proporcione el testigo cuando se trata de apoyar el proceso de la investigación criminal. También es una técnica asociada con la Criminalística y actualmente participan profesionales de distintas disciplinas científicas: artistas plásticos (pintores, escultores), diseñadores gráficos, arquitectos y psicólogos, para realizarlos.