Confiar o no confiar en las cifras del gobierno. ‘That is the question’
El escándalo debiera servir para que gobiernos federal y estatales y organismos serios comiencen a dar cifras oficiales, únicas y validadas.
Woody Allen
Película Paprika
Steven Alexander Wright
Libertad de expresión en épocas del COVID
Haciendo uso de su libertad de expresión, el conductor de TV Azteca, Javier Alatorre, agitó las aguas en este país. Su comentario en el sentido de que no se debería hacer caso a las cifras y a las conferencias “irrelevantes” del subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, revolvió el escenario político y social en México.
En cuestión de horas, la libertad de expresión sufrió ataques (al grado de exigir el boicot contra el comunicador) y defensas (comenzando por la de AMLO).
La libertad de expresión por ningún motivo puede ser vulnerada. Ojalá la posición de Andrés Manuel se repita cuando se trata de artistas, otros medios y periodistas no amigos que marcan los yerros y pifias de la 4T, aunque francamente lo dudo.
Llamó la atención en más de un sentido
√ En primer lugar, sin lugar a dudas, por lo referente a la salud. El Dr. López-Gatell pide quedarnos en casa y el llamado del comunicador fue en sentido contrario.
√ En segundo término, la duda relativa al porqué un empleado del dueño de Grupo Salinas, empresa consentida (con contratos y no palabras) de la 4T, había osado hacer ese comentario. El paroxismo llegó cuando, ayer, el presidente López Obrador dijo “se equivocó mi amigo Javier Alatorre”, sin siquiera mencionar a su otro amigo (y patrón del comunicador) Ricardo Salinas Pliego. Es la primera vez en que Andrés Manuel hace una distinción tan clara —por exclusión del jefe— entre un periodista y su medio. Y, bien, para los que decían que el mandatario tampoco acusó a nadie de conspiraciones o prensa desleal tenemos que, horas después, la Secretaría de Gobernación realizaba un apercibimiento público a Televisión Azteca por el llamado de su comentarista.
√ Pero se pierde de vista un tercer sentido en que esto despierta la atención, el cual a mí en lo personal me parece el más grave: se cuestionaron las cifras gubernamentales que sustentan todas las indicaciones médicas y de salubridad. ¿Alguien confía realmente en los datos que da la autoridad relativas al COVID-19? Apostaría a que la respuesta es un rotundo NO. ¿Esto es así porque vivimos en el Reino de la Desconfianza o porque los datos nomás no cuadran (gobernador Bonilla dixit)?
Auto-comploj y teorías de conspiración
Algunas teorías sugieren que, en realidad, todo esto ha sido puro teatro en el que Salinas Pliego busca apoyar a López Obrador. Los números que da López-Gatell han mostrado enormes variaciones con respecto a los presentados por otros gobernadores (e, incluso, a los adelantados por él mismo hace unos días). Así, se prepara el terreno para blindar al ejecutivo federal. Si las cosas salen relativamente bien de aquí a junio, este se lleva las palmas; si salen mal, se ofrece al subsecretario en sacrificio, llevándolo al “matadero” como único culpable.
Mientras tanto, dado el bajo rating que venía arrastrando Javier Alatorre, todo este espectáculo resultó una magnífica forma de llamar la atención. Después de años de que los noticieros de TV Azteca no daban la nota, como por arte de magia resurgieron de sus cenizas.
Las cifras nada más no cuadran
Si prestamos atención a lo divulgado, veremos que el conductor de TV Azteca quiso dar la nota en ese sentido, que poco hemos atendido: no llamaba a la desobediencia civil, sino la atención a que el baile de cifras de López-Gatell no cuadra. Hay dudas en torno a los números que presenta el subsecretario todas las noches. Tan es así, que nadie del gobierno federal —ni, en realidad, nadie en las redes sociales— ha dicho que las discrepancias señaladas por el periodista (o, para el caso, las proporcionadas por gobernadores y otros agentes) sean falsas.
Es tal el nivel de desconfianza tanto en el gobierno como en los distintos medios informativos que ha llegado el punto en que se puede dar a conocer cualquier información que ya no se puede confiar en ella. No importa lo alarmante de los datos, lo inverosímil o lo controvertido.
Por consiguiente, este “incidente” debiera servir para una cosa (y solamente una cosa): que los gobiernos federal y estatales, en coordinación con diversos actores y organismos reconocidos por su seriedad, comiencen a dar a conocer cifras oficiales, únicas y validadas sobre todo lo relacionado a la pandemia que azota nuestro país.
Todos, por diversos motivos, han mentido; tanto así que ahora ya no se les puede creer nada.