A lo largo de la historia de las ciencias forenses, autores de importantes obras coinciden en señalar que el especialista, experto o perito en alguna disciplina, arte o ciencia forense, juega un papel fundamental para el progreso de la sociedad en la que se desenvuelve y que día con día exige justicia, mayores y mejores resultados en la investigación criminal. Se sabe que la pericia o práctica Forense no se limita a la formación profesional de un solo individuo, su desempeño es de carácter integral y multidisciplinario con el propósito encontrar la verdad de los hechos que se investigan. Hace más de tres décadas, la intervención del perito asignado a las áreas de Criminalística y sistemas de identificación humana, se relacionaba de manera muy estrecha con su vocación y entrega a su trabajo.Su preparación, experiencia y conocimiento, contribuían en gran medida al progreso y buen resultado de una investigación Criminal. En 1988 no existían los sistemas automatizados de búsqueda de huellas dactilares como hoy observamos en series de televisión, tampoco se había desarrollado software que almacenará los datos bio métricos de un individuo con fines de identificación ante y post morten como hoy se les enseña en las universidades a quienes optan por estudiar una licenciatura en Criminalistica o ciencias forenses . Cuando un hombre o mujer eran detenidos e investigados por los agentes coordinados por el ministerio público, eran presentados ante el Perito para el levantamiento de datos y recopilación de información por lo que, el perito, llenaba entre diversos formatos y documentos un tarjeton que contenía los datos generales y aspectos físicos del sujeto que entrevistaba. La habilidad del perito para realizar la entrevista era crucial, crear una empatía en la entrevista, generar confianza con el entrevistado pese a la peligrosidad del individuo, era un requisito fundamental para poder obtener los resultados deseados y llegar a la revisión de cada detalle incluyendo la superficie corporal del entrevistado. La metodología y llenado de estos formatos, se daba en un pequeño espacio físico donde el perito, el sospechoso o presunto responsable acompañado de un oficial permanecían durante veinte o treinta minutos. La captura de la información era en máquina de escribir y no había margen de error al teclearlo. En apego a lo señalado por Bertillon, la fotografía que identificaba a la persona, debía ser perpendicular al sujeto y, a una distancia de medio metro para fijar a detalle todas sus características antropometricas. Los homónimos de sujetos bajo investigación eran buscados mediante tarjetas almacenadas en orden alfabético en cajones de archiveros metálicos que parecían interminables, que decir de la clasificación dactiloscopica bajo las fórmulas creadas por Vucetich las cuales eran cotejadas por el perito para encontrar el verdadero nombre de la persona que se investigaba invirtiendo hora en su búsqueda y no minutos como sucede hoy gracias a la tecnología. Es muy cierto afirmar que la tecnología fortalece el trabajo forense, lo auxilia, coadyuva pero además lo facilita. Hoy, los constantes cambios vertiginosos del mundo moderno exigen que los peritos cuenten con la preparación profesional necesaria para desempeñar su trabajo pero sobre todo, cuenten con una vocación de servicio basada en principios, valores y un código de ética muy estricto que no solo está escrito en un documento sino que lo viva con el corazón como lo ha escrito la historia de las ciencias forenses.