Por Manuel Noctis
De la literatura y el periodismo hay varios personajes que admiro y que tengo como grandes referentes, no solo por la calidad de su escritura e investigación, sino por todo lo que me provocan y lo que han influenciado en mi trabajo a lo largo de mi vida.
Muchos son, sin habérselo propuesto, grandes maestros a quienes recurro de manera constante para reafirmar conocimiento y aprendizaje. Pero otros, van más allá de ello y terminan en especie de guías y gurús a quien además de admirar, uno termina respetando por diversas razones.
Uno de ellos es para mí el escritor José Agustín, el padre de la Literatura de La Onda, referente de la contracultura en México y uno de los más picudos de la literatura mexicana, quien gracias a su literatura puedo hoy en día decir que fue fuente de inspiración para adentrarme en el mundo de los libros y, posteriormente, en el campo de la escritura y el periodismo.
Como anécdota, con el escritor José Agustín pude haber coincidido en persona en agosto de 2011, durante el Encuentro de Jóvenes Escritores de Acapulco, en el que fue homenajeado por primera ocasión en su tierra natal.
Mi amigo el poeta Antonio Salinas me había invitado a participar, pero algo que ahora mismo no recuerdo me impidió no asistir; de haber podido, hubiera sido un gustazo platicar con él y haber consumado un hecho de admiración que comenzó cuando yo era preparatoriano.
A mis 16 o 17 años, el encuentro con la revista Generación, que dirigía otro buen amigo el finado Carlos Martínez Rentería, fue lo que me permitió adentrarme con otro tipo de literatura y autores que, hasta ese momento, no tenía noción de ellos y, mucho menos, conocimiento de la apertura en sus escritos.
Uno de ellos fue José Agustín, de quien se hacía referencia a la menor provocación en algunos de los textos de aquella revista.
La contracultura en México fue el primer libro del que supe de José Agustín, sin embargo, el primero que llegó a mis manos fue La tumba, el clásico de clásicos de la literatura joseagustiniana, publicado el 5 de agosto de 1964 por la editorial Ediciones Mester, que dirigía el escritor Juan José Arreola, cuando el acapulqueño tenía solamente 20 años.
Cuando lo leí me voló la cabeza, se me pararon los pelos de punta y me prendió sobremanera. La historia, sus personajes y todo en sí en aquella novela me hicieron sentir identificado y me di cuenta, por primera vez, que jóvenes entonces de mi edad también podíamos contar nuestras historias y más que eso, que en la literatura uno se podía encontrar consigo mismo en esos personajes rebeldones que mostraba Agustín.
En una entrevista que concedió al periódico La Jornada, el 30 de julio de 2004, el escritor originario de Acapulco, Guerrero, contó que cuando comenzó a escribir ese libro, tenía 16 años y estaba entusiasmado con la lectura de Lolita, de Vladimir Nabokov:
“En un café, con un cuate, hicimos una apuesta a ver quién podía escribir un cuento basado en una frase tomada de esa novela. Él no cumplió, pero yo sí, y escribí el cuento Tedio I, en el que aparece Gabriel Guía. Ya era La tumba.
”Estaba en un taller literario llamado Mariano Azuela y leí mi cuento. Todos se aterrorizaron y me dijeron que era inmoral, un escándalo. Pero ahí estaba Gerardo de la Torre y me dijo: ‘no les hagas caso, están mal de la cabeza y tu texto está muy bueno, de hecho, hay un personaje muy padre, por qué no te escribes otro cuento con él’.
”Y me escribí Tedio II. Lo leí y pasó lo mismo. Y Gerardo me volvió a decir: ‘pues échate otro, a lo mejor te haces un libro de cuentos sobre ese personaje’. Entonces empecé el tercero, pero se comenzó a alargar.
”Como a las 70 páginas me di cuenta que Tedio II encajaba ahí a la perfección. Lo intercalé, seguí escribiendo y advertí que la novela terminaba con Tedio I, que era el de los clics clics, el del líquido en la cabeza.”
”Me la eché como de enero a mayo del 61. Y se la llevé a Arreola, quien decidió publicarla. Pero antes, en sesiones especiales, los miércoles a las 12 del día, me citaba para trabajarla, línea por línea y coma por coma. Fue una maravilla de maravillas”.
En aquellos años sesenta, sí que fue todo un escándalo la publicación de esta novela, sin embargo, fueron varios los escritores ya con cierto renombre quienes salieron a defenderla, tal fue el caso de Juan Rulfo, quien escribió: ”Esta es una de las novelas que abolirán el pasado, La tumba es un libro extraordinario”.
Después llegó a mí La contracultura en México, publicado originalmente en 1996 por la editorial Grijalbo. Un libro en el que José Agustín hace todo un repaso histórico por los movimientos y manifestaciones contraculturales más importantes que ha tenido nuestro país, tales como los pachucos, los existencialistas, las pandillas juveniles o el rokcanrol, además del consumo de sustancias y otras yerbas.
Haber leído ese libro me llevó a interesarme profundamente en los movimientos juveniles alternativos, las mal llamadas tribus urbanas y todo lo referente al underground, dado que por esos años ya andaba yo dándole macizo al heavy metal y deambulando por las sendas oscuras del dark y la música industrial. El libro se convirtió en una especie de biblia que todavía a la fecho suelo consultar.
De perfil, me llegó después gracias a una ex novia que me lo terminó regalando, a sabiendas de mi fascinación por este escritor. La historia también me fascinó: un joven clasemediero que vive en un mundo lleno de música y rock and roll, que hace a placer lo que le viene en gana.
Después de su lectura, me terminé enamorando de Queta Johnson, una de los personajes principales que enmarca a la ensoñada chica rockera, bonita, inteligente y desinteresada del mundo.
Después vinieron otros libros, pero la lectura primaria de estos tres fueron sin duda los que me detonaron a comenzar a escribir mis propios relatos y a teorizar y describir mi entorno contracultural en el que me venía desarrollando.
Por eso lo traigo ahora a colación, porque fue sin duda José Agustín el que me detonó esas circunstancias y quien me inició en este mundo de la literatura.
Alguna ocasión leí que, en sus inicios, José Agustín hacía más cómics que escritos, sin embargo, cada vez les terminaba poniendo más texto que imagen, hasta que se convirtieron un día en cuentos.
De ahí el interés que genera el autor en generaciones de jóvenes, porque se asemeja mucho a las formas en las que muchos comenzamos a experimentar con la vida. La obra de José Agustín, pues, nos hizo sentir en onda, nos dio identidad a un montón de morros que andábamos medio descarriados y nos incitó a adentrarnos en la literatura y posteriormente en la escritura. Si duda es nuestro padre literario.
Ya universitario, dos años antes de terminar la licenciatura en Letras, estaba totalmente convencido de que quería realizar mi tesis sobre la literatura de José Agustín, pero el profe que entonces sería mi asesor de tesis me bajó de la nube bien gacho, diciendo que de él ya se había escrito mucho.
Hoy en día me lamento el haberle hecho caso a ese profe, porque después ni me ayudó en ningún otro tema con mi tesis y me dejó vilmente en visto.
P.D. En paz descanse, máster José Agustín, y mucho rockanrol en donde quiera que ahora esté.
Los comentarios están cerrados.