TIJUANA.- Javier, un hombre de 67 años originario de Baja California, se encontraba disfrutando de una partida de pádel con su hijo y amigos el lunes 29 de julio cuando sufrió un colapso repentino en la cancha. En cuestión de minutos, lo que parecía un simple desmayo se convirtió en una emergencia crítica: Javier no tenía pulso. Su hijo y un amigo iniciaron maniobras de resucitación cardiopulmonar (RCP) e insuflaciones, mientras otro amigo llamó al 911.
Durante la espera de la ambulancia, lograron reanimarlo varias veces, pero Javier volvía a perder la conciencia, vomitando y broncoaspirando en el proceso. Afortunadamente, la ambulancia llegó pocos minutos después. Los paramédicos continuaron con la RCP y utilizaron un desfibrilador, aplicando hasta tres descargas eléctricas para estabilizarlo.
Dada la gravedad de la situación, decidieron trasladarlo al hospital privado más cercano, donde fue atendido inmediatamente por un cardiólogo. Javier presentaba arritmias y estaba en estado crítico. Tras más de dos horas de esfuerzos para estabilizarlo, el cirujano informó a la familia sobre la gravedad de su condición: una de sus arterias se había reventado, provocando un infarto al miocardio, una condición fatal en el 98% de los casos.
De acuerdo con la Asociación Americana del Corazón, la ruptura de arterias coronarias causa una interrupción repentina del flujo sanguíneo al músculo cardíaco, lo que puede llevar a la muerte de este tejido y, en muchos casos, resultar en la muerte del paciente si no se trata de inmediato.
Esa misma noche, Javier fue sometido a una cirugía de alto riesgo que duró tres horas. Durante este tiempo, su familia vivió momentos de angustia e incertidumbre. El médico explicó que la cirugía había sido extremadamente complicada debido a las múltiples lesiones en su corazón, y que las siguientes 24 a 48 horas serían críticas. Javier quedó sedado, intubado y con un marcapasos.
El martes 30 de julio, la familia pudo verlo, aunque seguía sedado. Los enfermeros les alentaron a hablarle, pues eso podría ayudar en su recuperación. A pesar del impacto de verlo conectado a tantos tubos y aparatos, fue un alivio para la familia saber que estaba estable. Sin embargo, seguía en estado crítico.
El miércoles 31 de julio, los médicos retiraron la sedación e intubación para evaluar posibles daños cerebrales debido a la falta de oxigenación. Contra todo pronóstico, Javier respondió positivamente y mostró signos de recuperación milagrosos. Aunque no hubo daño cerebral, sufrió daños menores en un pulmón y un riñón debido al evento cardíaco y los procedimientos de reanimación.
“Pudimos hablar un poco con él y lo primero que pidió fue un refresco jajaja y le dimos el resultado del tenis olímpico”, contó Sara Aranda, su familiar.
A pesar de su mejora, Javier permanece en terapia intensiva. La decisión de llevarlo a un hospital privado, el más cercano al lugar del infarto, fue crucial para salvar su vida, pero ha dejado a la familia con una deuda hospitalaria que supera el millón de pesos.
Este costo es insostenible para ellos, y aunque la atención recibida fue excelente, necesitan cubrir estos gastos para continuar con su recuperación y llevarlo de vuelta a casa, por lo que han organizado una campaña de recaudación de fondos para lograr su objetivo.
¿Deseas formar parte de la recuperación de Javier? Da clic y dona aquí: https://gofund.me/8735b3d8
Los comentarios están cerrados.