Por Nómadas Press
TIJUANA.- Para activistas y defensores de derechos humanos, las mujeres migrantes que llegan a Tijuana representan la cara de la resistencia de todos aquellos que por una u otra razón tienen que dejar atrás sus familias, sus hogares y sus pueblos donde ya tenían bien asentadas sus raíces.
Tres pilares fundamentales que, a decir del activista Albert Rivera “duelen profundamente pues son el primer desprendimiento que hacen de sus vidas”, pero pese a ese dolor, las mujeres migrantes no desisten y son las primeras que impulsan a sus hermanos, sus padres, sus maridos o ellas solas con sus hijos las que agarran fuerzas y emprenden su camino.
Andantes solitarias
Las tres mujeres que compartieron sus testimonios para esta nota coincidieron en una situación, las tres salieron sin acompañamiento de sus hogares por diversas circunstancias, solas con sus hijos pequeños, sorteando todas las adversidades que se les fueron presentando en el camino.
María, a quien se le asignó se nombre por seguridad, salió de su natal San Pedro Sula, Honduras solo con su hija menor de 13 años y ya lleva cinco meses en Tijuana. Ellas tuvieron que salir por amenazas del crimen organizado, luego de que le pidieran cuota por sus negocios que tenía y al no poder cubrirla, mejor dejo todo para proteger a su niña.
“Me dolió dejar mi país, mi país es bello, pero el problema en Honduras es que se está manejando bastante el crimen organizado, hay muchos compatriotas que también han dejado sus tierras para venirse a Estados Unidos”, dijo.
María compartió que el trayecto desde su país hasta Tijuana no fue fácil y en Monterrey tuvo una experiencia fuerte con agentes del Instituto Nacional de Migración (INM).
“Viniendo de Monterrey rumbo a Tijuana, me bajaron los de migración del bus y me detuvieron (…) yo le clamaba al señor de que me pudieran soltar y me dejaran ir y sí vi la mano de Dios esa ocasión porque ellos me acusaban de que yo traía a mi hija para trata de personas, que la venía a vender aquí a Tijuana, pero después todo se solucionó”, dijo.
Los hijos, el motor para seguir adelante
Mónica Núñez y Karla (nombre asignado por seguridad), son dos madres de familia mexicanas, originarias del estado de Michoacán, y aunque de diversas comunidades, ambas comparten la misma condena de haber sido desplazadas por el crimen organizado y estar ahora mismo “recluidas en su propia país”, como señaló una de ellas.
En el caso de Mónica, ella salió hace cuatro meses de su pueblo junto con sus dos hijos y una niña, todos menores, debido a una situación que tuvo y que después de haber presentado la denuncia, le llevó a recibir amenazas y por ende mejor decidió dejar todo atrás para proteger a sus hijos.
Cuando se le preguntó qué la motivó a salir así, sin nada ni nadie y sin conocer su rumbo, Mónica respondió que “la fuerza sale de los propios hijos, porque uno quiere darles siempre lo mejor, que no caigan en las garras del crimen”.
Una perspectiva en la que coincidió Karla, quien resaltó que, pese a todas las adversidades “una tiene que seguir, principalmente por los hijos y por buscar una vida mejor en donde ellos no crezcan con violencia y que cuando sean grandes no la sigan fomentando; hay que hacer ese pequeño esfuerzo por nuestros hijos, porque Dios no nos va a dejar solas”.
Su caso es muy espacial, pues tuvo que salir de su ciudad con sus dos hijos pequeños a raíz de que asesinaron a su esposo y a su suegro. “Salir sola con mis hijos ha sido una experiencia muy fuerte, dolorosa y triste; mi esposo era el sustento de mis hijos, pero pues a final de cuentas por los hijos uno es que tiene que hacerlo”.
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