AJEDREZ POLÍTICO
*EL SUEÑO DE SER POLICÍA
*LAS VICTIMAS CON UNIFORME DE LA INSEGURIDAD
Por: SERGIO ANZURES-CHAVARIN
El domingo pasado en Nuevo Casas Grandes, Chihuahua, el jefe de inteligencia de la policía municipal de Ciudad Juárez, Adrián Matsumoto Dorame, es asesinado por delincuentes, a quienes se entregó para que no le hicieran daño a su familia (esposa y sus dos hijos) que lo acompañaban en ese momento.
En Tijuana, la madrugada del martes, el subjefe de la policía municipal en San Antonio de Los Buenos, Gerardo Ramos, es abatido por un delincuente; dos de sus compañeros resultaron heridos.
Ambos casos sucedieron con muchos kilómetros de distancia, en dos de las ciudades fronterizas más peligrosas de Mexico, la similitud es que dos policías fueron asesinados por combatir la delincuencia y tratar de brindar seguridad a sus ciudadanos.
Como siempre pasa, únicamente sus familias los extrañarán y les llorarán, mientras que apenas algunos ciudadanos de Ciudad Juárez y de Tijuana, sabrán lo que les sucedió a los agentes Adrian Matsumoto Dorame y a Gerardo Ramos.
En Tijuana, en lo que va del gobierno municipal de Juan Manuel Gastélum, nueve policías han sido asesinados y 31 lesionados por cumplir con su trabajo, por tratar de dar seguridad a los tijuanenses.
Fueran buenos o malos policías, preparados o no, con fallas como cualquier humano, lo cierto es que expusieron sus vidas al servicio de los ciudadanos.
Sus hijos ya no jugarán con su papá, ya no los llevarán a la escuela ni al cine ni a jugar ni a verlo jugar ni se reirá con él ni festejarán cumpleaños juntos ni navidad. No tendrán su consejo cuando lo necesiten ni el regaño de un padres; sus vidas cambiarán emocional y sentimentalmente.
Siempre se preguntarán: ¿habrá válido la pena que mi papá haya sacrificado su vida por tratar de defender a los ciudadanos de la delincuencia?
Cuando nunca se le reconoce al policía su trabajo, se le cuestiona y se le acusa de todo: de extorsionar al conductor de un vehículo, de sembrar esto y aquello a una persona, de estar coludido con delincuentes, de los asaltos y de los robos en la ciudad y hasta del tráfico.
“Siempre somos los malos. Tan de todo se nos acusa, que hay gente que cuando llega tarde a su trabajo, dice que estaba un pinch…. policía dirigiendo el tráfico y no pudo apurarse y llegar a tiempo”, relata un oficial municipal con más de 30 años de servicio.
Agrega: “Un policía sólo está y estará presente en el corazón de su papá y su mamá, de su esposa e hijos, del hermano, no del presidente municipal ni de otra autoridad, es una realidad a la que nos enfrentamos. Tan mal están las cosas que a veces nos odian más a nosotros que a los delincuentes”.
Es claro, añade otro policía municipal que a lo largo de su carrera ha recibido reconocimientos por su labor, “El trabajo del policía es difícil de reconocer, porque algunos compañeros se han visto involucrados en actos de corrupción y coludidos con la delincuencia, pero no somos todos”.
En Tijuana, en Ciudad Juárez y en todo el mundo, hay buenos y malos ciudadanos.
“Ser policía es un trabajo como todos, la diferencia es que aquí se expone la vida diariamente sin reconocimiento, sin aplausos, sin apoyo en muchas ocasiones.
Siempre expuestos a la crítica y señalamiento, pero no deja de ser una labor loable, tanto que una mente inocente como un niño, siempre va a querer ser policía en sus juegos y muchas veces en sus sueños, ser el héroe de su familia y ciudad”, finaliza un agente que ha vivido de cerca la muerte de un compañero de trabajo: el trabajo de ser policía.