Por Alfredo Perez
El gran auge que han tenido las series televisivas en los últimos tiempos, juegan un papel fundamental para las nuevas generaciones, algunas de estas optan por decidir sobre su crecimiento profesional y vida laboral basadas en lo que ven. Son series de investigación y perfilación criminal donde sus principales actores resuelven casos de manera rápida y oportuna han generado un boom en la sociedad.
Lamentablemente ni todo es verdad ni todo es mentira, pero tampoco las series televisivas deberían influir tanto en las nuevas generaciones.
Lo cierto es que, en este punto, la serie o película puede confundir al espectador porque ni los casos más complejos de asesinos seriales se resuelven en horas, ni mucho menos en todas las escenas de crímenes se encuentran los indicios a simple vista.
Es indiscutible que este boom de series televisivas ha despertado tanto el interés que durante las últimas semanas a través de redes sociales y medios electrónicos, se ha publicado mucho de la serie titulada Colosio, serie que fue lanzada días antes del aniversario luctuoso número veinticinco de la muerte de Luis Donaldo Colosio Murrieta, quién fuera candidato electo a la presidencia de la República en 1994 por el Partido Revolucionario Institucional.
La serie lanzada mediante la plataforma de Netflix se basa en uno de los acontecimientos más funestos en la historia del México contemporáneo basada en la visión de dos grandes mujeres, Hiromi Kamata y Natalia Beristáin, directoras de la serie.
Integrada por ocho capítulos, la serie que pretende describir lo acontecido aquella tarde del fatídico 23 de Marzo de 1994 en la colonia Lomas Taurinas de la ciudad de Tijuana Baja California, le abona más a la desinformación por lo que en consecuencia amplia las teorías de un complot, sabotaje, conspiración, grupos subversivos, asesino solitario, actuación coordinada de uno o más asesinos, al grado de ubicar a mas de dos asesinos en diferentes lugares en un periodo de tiempo corto.
Muchas de las hipótesis generadas por periodistas, investigadores, escritores y actores políticos respaldan algunas de las hipótesis mencionadas pero poco se ha tratado desde la perspectiva de las ciencias forenses sobre lo acontencido aquel 23 de Marzo.
Recientemente la Sociedad de Ciencias Forenses en Baja California entrevistó al Mtro. Gustavo Salazar Fernández quién participó durante la necropsia llevada a cabo el 23 de Marzo de 1994. Entrevista que se encuentra en el canal de Youtube de dicha organización de la sociedad civil y que narra cada paso y , anécdotas vividas por el médico forense.
En materia de Criminalística existen datos que llevaron a la consecuencia no deseada de toda investigación criminal, la contaminación de la escena del crimen, alteración del lugar y falta de preservación y resguardo adecuado.
Recientemente la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) logró la desclasificación del expediente completo del proceso penal condenatorio contra Mario Aburto Martínez iniciado en aquel entonces 1994.
El expediente que contiene las diversas versiones del asesino confeso del entonces candidato presidencial por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Se trata de un expediente conformado por más de nueve mil hojas, en las que están integradas las declaraciones de los principales involucrados, centenares de testimoniales, pruebas presentadas por las partes, reconstrucciones de hechos a modo, documentos policiales, recreaciones gráficas, cotejos balísticos, fotografías, videograbaciones y hasta audios numerados que versan sobre las entrevistas e interrogatorios.
Sin embargo, podemos afirmar que aquel 23 de Marzo de 1994 en Tijuana previo al lamentable hecho, se vivía un ambiente de campañas políticas como en cualquier periodo electoral. En un ambiente cálido y no muy caluroso transcurrían las horas, mientras policías, peritos y agentes investigadores reportaban sin novedad en sus respectivas colonias colindantes con Lomas Taurinas.
A las tres de la tarde en las comandancias de policía nombraban servicio, revisaban uniformes y daban lectura a las consignas del día. Revisaban los equipos de radiocomunicación portátil y móvil así como su respectivo armamento.
Para un grupo de peritos en Criminalística y Medicina Legal, la revisión ordinaria se basaba en la inspección de los equipos de trabajo integrados por estuches que guardaban una cámara fotográfica de sistema réflex, formato 35 milímetros de la marca Canon AE1 la cual se utilizaba para tomar impresiones fotográficas de las escenas de crímenes que en aquella época se suscitaban en la ciudad.
Este mismo equipo, se utilizaba para procesar la escena de un crimen y estaba integrado por marcadores fluorescente, rollos fotográficos de 36 exposiciones cada uno, un flash de iluminación artificial, baterías portátiles y recargables, conos utilizados como señaladores ante la ausencia de acrílicos o plásticos amarillos con números de color negro, sin dejar a un lado que cada fotografía que tomabas debía de ser nítida y exacta.
Día con día, peritos revisaban estos equipos porque de ello dependía que la fijación fotográfica ilustrara de manera correcta al Ministerio Público o Juez que muchas veces no conocía el lugar de los hechos.
En la unidad o medio de transporte, también era básico contar con cinta amarilla la cual era utilizada como barrera para preservar las escenas de crímenes, acordonar o delimitar la zona para su debido procesamiento.
El criminalísta sabe que los guantes de latex son indispensables para evitar el contagio biológico y la contaminación de la evidencia, tambien sabe que un equipo de criminalística de campo de contar con materiales para muestreos químicos en donde se pueda recolectar la muestra de sangre o cualquier tipo de fluido orgánico.
Para la décadas de los noventas, se realizaban muestreos como el rodizonato de sodio que servía para detectar plomo y bario como dos componentes esenciales en la deflagración de la pólvora al generarse un disparo de arma de fuego.
La importancia de describir el contenido de estos equipos es rebatar la idea al lector de que solo basta que un detective tome en su mano el proyectil o casquillo percutido por una arma de fuego y se resuelve el caso como señalan muchas de las series televisivas.
También es oportuno señalar que hace veinticinco años, no se contaban con los trajes blancos que hoy vemos en las series televisivas, documentales y fotografías en medios sobre escenas de crimen. Trajes diseñados con cremallera al frente y protección para cabeza y pies, para proteger al perito de partículas secas, pelos y fluidos entre otros indicios que evitan contaminar el lugar de los hechos.
Ahora bien, retomando lo acontecido aquel 23 de Marzo de 1994 en una tarde clara y fresca según el reporte climatológico, los criminalistas no tuvieron necesidad de usar sus equipos. En tan solo cuestión de segundos, el ritmo de trabajo de peritos, policías e investigadores dió un giro de ciento ochenta grados. El teléfono sonó y en el auricular se escuchaba el reporte de la agresión física con un objeto contundente en la cabeza que sufría el candidato a la presidencia de la República momentos en el que asistía al mitin en Lomas Taurinas.
Unidades eran despachadas desde las diversas delegaciones de policía y, en la propia policía del Estado se percibía la tensión y nerviosísimo en los rostros de los agentes al colocarse los equipos tácticos y salir a la calle para implementar los dispositivos de seguridad junto con la policía municipal y tránsito vial.
Evidentemente en el lugar del atentado, la salida de las unidades del Estado Mayor y el equipo de seguridad que custodiaba al candidato era compleja, tenían difucultad para salir de la zona ante la multitud de los asistentes que obstruían las rutas de emergencia. Unidades de Eco Metro Papa como se les conocía al Estado Mayor Presidencial, trasladaban al lesionado al hospital más cercano y por otro lado al detenido a la delegación de PGR ubicada en la Zona del Rio en Tijuana.
Casi al mismo tiempo que sucedía lo descrito, la central de radio de la policia recibía información sobre el candidato lesionado pero ahora por proyectil de arma de fuego, información ya confirmada.
Policías municipales, ministeriales y federales minuto a minuto tomaban las calles principales de la ciudad, las ambulancias y grupos de rescate se trasladaban al lugar de los hechos, un lugar que ya en esos momentos, impenetrable.
Cuarenta y siete minutos después de haber ocurrido el incidente, policías municipales solicitaban apoyo para la búsqueda del arma de fuego en un lugar donde jamás se preservo, acordono o se aisló de la multitud.
Caos, confusión y desinformación prevalecía en ese momento. La radio frecuencia de la Policía Municipal era escuchada desde algún lugar donde se hacían llamar Condor como consta en uno de los audios publicados por la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) en relacion a la desclasificacion del expediente Colosio.
En el audio se escucha cómo la policía municipal implementaba su dispositivo de coordinación para facilitar el traslado del detenido a las oficinas de la delegación de PGR y también se escuchaba de que manera sería el traslado del candidato lesionado al Hospital General y la solicitud de apoyo a las autoridades norteamericanas para el posible traslado en helicóptero Night Fly matricula N31LF que aterrizaría en la línea internacional cuarenta y cinco minutos después del incidente.
Cuarenta y siete minutos después del reporte inicial, el Ministerio Público Federal solicitaba la presencia de las unidades policiacas para recolectar indicios, material sensible signficativo que se desconocía su procedencia, origen y forma de producción.
Personal especializado no acudió de manera inmediata, ni tampoco capacitado en materia de criminalística al lugar de los hechos como ahora lo hacen los primeros respondientes. Los únicos peritos adscritos al Estado se encontraban concentrados en un cubículo en las instalaciones de la delegación de PGR, conocidas como el edificio verde.
Tampoco existió una recolección de indicios debidamente embalados por peritos, como tampoco se preservo el lugar. Fue tanta la multitud de personas y el descuido de las autoridades que parecería imposible concebir no haberlo hecho por quienes estaban en la escena de crimen.
Lo único que fue realizado dentro de los primeros cuarenta y cinco minutos del fatídico reporte fue desmontar los microscopios del laboratorio de química forense que tenían los servicios periciales del Estado y trasladarlos a las instalaciones de la Procuraduría General de la República por agentes de la Policía Judicial Federal.
La perito químico realizo los muestreos de rodizonato de sodio a las personas aseguradas y no los policías como se observa en la serie televisiva. Ahí frente a decenas funcionarios públicos y personas desconocidas, la perito debió revelar las muestras obtenidas y que reaccionaría de manera colorimétrica ante los reactivos que colocaba a los isopos para así poder dictaminar la presencia de plomo y bario en las muestras como los dos componentes esenciales que se desprenden durante la deflagración de la pólvora al disparar una arma de fuego.
La escena del crimen considerada como una fuente de información monumental para la investigación, jamás fue atendida bajo los principios fundamentales de las disciplinas forenses. Científicamente no existieron condiciones favorables para la intervención pericial y en el lugar de los hechos no se evitó tocar, caminar, pisar o quizás hasta sustraer objetos que pudieran representar material sensible significativo para la investigación.
Todas las autoridades eran responsables de emplear la metodología básica de la criminalística de campo para que la investigación criminal fuera exitosa y objetiva. El proceder riguroso y la exigencia que citan los manuales de criminalística impartidos en las academias de policía sobre la preservación del lugar de los hechos, quedaron de lado.
Rastrear las evidencias principales para determinar los límites de la zona crítica y neutralizarla, no se logró. El tiempo transcurrió y los peritos no arribaron al lugar.
No consta en las actas sobre el acordonamiento con una cinta amarilla o roja para el área donde se encontraba la evidencia principal o para el área que solamente la autoridad tendría acceso al sitio.
No hubo un perímetro establecido, ni tampoco fue protegido el lugar del homicidio, por tanto la probabilidad de intromisión de personas no autorizadas, fue incrementandose conforme transcurría el tiempo.
La ignorancia o complicidad prevaleció y el tiempo fue un factor fundamental. Los criminalistas del Estado jamás llegaron al lugar de los hechos porque la autoridad así lo determinó. Por tanto, el tiempo fue determinante para alejarse de la verdad como cita el notable criminalista francés del siglo XVIII- XIX Edmond Locard, “el transcurso del tiempo juega en contra del esclarecimiento del caso, por ello cuanto más urgente se realice la pesquisa, mayor posibilidad de lograr algún resultado será”
De esta manera, veinticinco años después de haberse cometido el homicidio de Luis Donaldo Colosio Murrieta la tarde del 23 de Marzo de 1994 en Tijuana, lo único que fue claro, es la falta de la aplicación de las disciplinas que constituyen las ciencias forenses en la etapa incial de la investigación las cuales podrían haber logrado mejores resultados.
Complicidad, ignorancia quizás o confusión, generó la desinformación que llevo a múltiples hipótesis y líneas de investigación del homicidio de las cuales ahora las series televisivas, sacan provecho ante un público poco informado.
Jesús Alfredo Pérez cuenta con más de treinta y tres años de experiencia en temas de investigación criminal. Es catedrático universitario, asesor y consultor. Fue fundador de la Sociedad de Ciencias Forenses en Baja California y se ha desempeñado en diversos cargos públicos enfocados a los temas de seguridad y justicia.
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