Memorias de un Criminalista:
El artista.
En la década de los años ochenta era muy común en las corporaciones policiacas del país, el uso del retrato hablado en toda investigación o pesquisa. No existía ningún programa de computación especializado que lograra combinar los diferentes tipos de rostros y rasgos faciales para generar una nueva imagen como hoy lo hacen los programas o las aplicaciones utilizadas por los cuerpos de seguridad e investigación en el mundo.
Fue durante la década de los noventa cuando se desarrolló el programa llamado Caramex, mismo que fue diseñado por el Instituto de Antropología y la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal de aquel entonces, debido a la urgente necesidad de contar un programa cuyas características y señas particulares obedecieran a los rasgos de las diversas regiones del país. El programa fue presentado en una de las reuniones nacionales celebradas aproximadamente en 1994 en la que asistimos los titulares de los servicios periciales del país.
Entre 1987 y 1988 Omar Orta Rodríguez quien fungía como Jefe del Departamento de Servicios Periciales en Tijuana y había sido ya jefe del Laboratorio de Criminalistica de la Policía Judicial del Estado y del Servicio Secreto, era el responsable de reunir todos los datos que provenían de los testimonios de testigos o personas que conocían o señalaban haber visto a quien se le acusaba de ser responsable de algún delito.
Mediante la técnica de dibujo a lápiz, don Omar Orta plasmaba en hojas color blanco convertidas en un lienzo para el artista, el retrato o dibujo que representaba el rostro que había descrito en buena medida el testigo. La precisión de los datos dependía de la manera como se realizaba la entrevista y la sensibilidad que el artista plasmaba en el lienzo a través de su obra.
Se trataba de un reto muy difícil, pues el artista tenía que demostrar de manera gráfica y con alta probabilidad de similitud o parecido, el rostro cuya identidad se ignoraba en ese momento y solo provenía de las palabras y datos aportados por la o el testigo que quizás tuvo poco tiempo de observarlo durante el hecho que se investigaba.
Hubo ocasiones en la que el “Detective Orta” como le gustaba que le llamaran, pues aún recuerdo que sonreía ligeramente cuando los agentes de enlace de Estados Unidos se lo decían, tuvo que emplear técnicas que aún eran ajenas o desconocidas para esa década, como por ejemplo, el proyectar un crecimiento o envejecimiento de una persona, un menor o un bebe, como hoy lo hacen las diversas aplicaciones en las redes sociales.
Mediante imágenes fotográficas en blanco y negro que proporcionaban los familiares de alguna persona extraviada o no localizada, el detective Orta soltaba con ligereza y libertad su mano para dibujar los rasgos más característicos y proyectar el rostro de quien se buscaba y como se vería en un futuro.
Las cualidades y habilidades necesarias para elaborar un retrato hablado con diversas técnicas como lápiz, carbón, colores, acuarela no las cumplen todos los investigadores o detectives. Se trata de un perfil artístico cuya técnica se convierte en un auxiliar de la Criminalística.
Se sabe que en 1885 fue creado el primer sistema de identificación de personas basado en datos antropométricos con Alphonse Bertillon en París y, posteriormente en 1912 por el criminalista alemán Rudolph Archibald Reiss quien lo perfecciono y doto de más elementos artísticos que hasta hoy se siguen empleando.
Sin embargo, es el detective Orta quien no solo elaboro miles de retratos hablados para las corporaciones policiacas de Baja California y del país sino que, también lo hizo para autoridades de Estados Unidos los cuales seguramente deben de estar en sus archivos.
En la década de los ochenta, Orta acompañado de los ahora decanos de la Sociedad de Ciencias Forenses en Baja California, Miguel Pallares, Gustavo Salazar, Arnulfo Bracamontes y el fotógrafo Alfredo Pérez Osorio, realizaron la primera reconstrucción escultórica facial en los restos de un cráneo que había sido encontrado en las periferias de la ciudad de Tijuana.
Mediante esa reconstrucción con materiales plásticos entre ellos arcilla, plastilina y otros, se logró “darle vida” al cráneo que por semanas estuvo siendo reconstruido y colocado en los momentos de descanso, arriba de los archiveros metálicos del laboratorio de identificación de la policía durante las guardias nocturnas acompañándonos a quienes debíamos de cubrir el turno de noche.
No dudamos en reconocer que el retrato hablado o la reconstrucción cráneo facial no era obra de la imaginación, se requería talento para plasmar en la obra artística los datos que provenían de una investigación policial.
El retrato hablado siempre estaba acompañado de su descripción y datos más sobresalientes los cuales muchas veces se publicaban en periódicos de la región, quienes destinaban un espacio para la búsqueda de sospechosos y denuncias ciudadanas.
Debemos reconocer que el valor probatorio para la investigación no es la imagen en sí, sino la descripción de la víctima o testigo que obra en el expediente o carpeta de investigación y no la imagen misma del retrato.
La representación gráfica es una aproximación y no es una prueba de la identidad de un sujeto como tampoco lo es un reconocimiento comparativo de imágenes cuyas características faciales son semejantes entre sí.
De esta manera queda plasmado que pese a la modernización de este siglo, la dotación de infraestructura y tecnología, se requieren conocimientos especiales para la confección de retratos hablados, dibujos, planimetrías y esquemas como los que tuvo y desarrollo el detective Orta en Baja California.