Por AlfredoPerezMX
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Fue en 1987 cuando el Dr Gustavo Salazar Fernández me pidió sacara la cámara fotográfica del estuche y montara el flash en ella para tomar varias fotografías durante la necropsia que realizaría al cadaver que ya descasaba en una plancha anatómica del servicio médico forense en Tijuana.
Sin uniforme, ropa de protección o equipo limitado, trabajábamos en las áreas forenses de Baja California en la década de los ochentas. No había recurso económico para pagar tan “costosas” prendas de vestir expresaban los encargados de brindarnos las herramientas de trabajo en aquella época.
Aquella mañana fría de invierno de 1987 acompañe a mi jefe de unidad de Criminalistica e identificación Omar Orta Rodriguez (QEPD) así como al experimentado fotógrafo Alfredo Pérez Osorio quien dicho sea de paso,- este último despertó el interés en mi por la Criminalistica e investigación criminal- al servicio médico forense en una unidad oficial.
Fueron café y donas las que llevaron hasta el cubículo del jefe del servicio médico forense entre 1987-1988. Ellos, estarían conversando sobre homicidios avances en las investigaciones y algunas técnicas forenses mientras saboreaban su café y yo esperaba afuera.
Cuidadoso y sumamente intrigado el Dr Salazar con su formación militar y su tono de voz estricto, formal y serio les preguntó a Orta y Osorio, quien era el jovencito que los acompañaba. Ambos respondieron “quiere ser parte del equipo, es hijo de Alfredo” dijo Orta.
Salazar Fernández de manera inmediata con su peculiar voz de mando me ordenó montar el equipo fotográfico para realizar diversas tomas fotográficas de una necropsia que tenía programada realizar.
Paso a paso fueron explicadas las etapas de la necropsia mientras se me pedía tomar fotografías de cada incisión, corte, órgano, cavidad y lesión. Los tres expertos observaban mi desempeño, no solo era participar en la necropsia mediante la fijación fotográfica de la misma, sino que se trataba de una especie de evaluación muy pragmática de tu desempeño, habilidades y conocimientos sobre la fotografía pero ante todo los tres median tu carácter, templanza, cuidado y todo aquello que garantizara estabilidad durante tu desempeño en alguna intervención forense.
No había escuelas en Baja California que ofrecieran carreras profesionales como Criminalistica o Criminologia, tus intenciones estudiar se trasladarían a Nuevo Leon, Sinaloa o la Ciudad de México, donde ya existían universidades dedicadas a ofrecer dichas especialidades o carreras profesionales.
Los exámenes y evaluaciones prácticas se basaban en el saber ser, saber hacer y sobre todo en el conocer para integrarte al equipo de trabajo donde se requería disciplina, convicción, discrecionalidad, lealtad, compromiso, responsabilidad y entrega a tu trabajo.
Aún recuerdo las palabras que expresó el Dr Gustavo Salazar durante la práctica de la necropsia y que con los años les escuché a mis maestros Omar Orta, Miguel Pallares y Alfredo Pérez “en este trabajo tenemos horario de entrada más no tenemos horario de salida” y de pronto transcurrieron décadas de trabajo, imágenes, escenas, olores, experiencias y, el aroma característico de cadaver en estado de putrefacción, sus órganos y huesos.
El encuentro de emociones, experiencias, anécdotas y stress entre cada caso e indicio que se investigaba quedaron registradas para las memorias de un criminalista.