RICARDO RAVELO
Con el contundente triunfo de Andrés Manuel López Obrador, ha iniciado una nueva etapa para México. La esperanza, como ocurre cada seis años, vuelve a posicionarse entre la sociedad agraviada y entre los hombres pudientes que no tuvieron cabida durante el Gobierno de Enrique Peña Nieto. Se abren, sin duda, nuevos caminos y oportunidades. Se vale soñar, suele decirse, pero con los ojos bien abiertos.
Como en los tiempos de la bonanza priista –aquellos gobiernos que ganaban de manera arrolladora y ejercían el poder absoluto en el país –López Obrador ahora revive aquellos sexenios en que el Presidente de la República gobernaba con mayoría en el Congreso, lo que permitía impulsar las grandes reformas que –se decía entonces –eran la panacea para los problemas de México.
Pero el poder absoluto, se asegura, corrompe absolutamente. En ninguna etapa de la historia ni en ningún lugar del mundo el ejercicio del poder absoluto ha impedido que quien lo ejerce se corrompa. Nadie lo soporta. De ahí que sea necesario, indispensable, que López Obrador gobierne bajo estricta observación, que la prensa nacional e internacional permanentemente lo cuestione y lo critique cuando cometa errores porque sin duda los cometerá. El ejercicio del poder no está vacunado contra los errores, fallas y excesos. Se necesita una sociedad exigente y una prensa libre, muy libre en su ejercicio porque a ningún Gobierno le sirve una prensa
sumisa y servil.
López Obrador tiene una agenda enorme por desahogar. Uno de sus objetivos centrales, dijo él, es pacificar al país, devolverle la tranquilidad y en distintos momentos de su campaña aseguró que lograría ese objetivo en tres años, a lo mucho.
Desde ya, el Presidente electo ha convocado a todas las organizaciones sociales y defensoras de los derechos humanos para empezar a discutir y analizar el problema de la violencia en México, el tema de los desaparecidos –políticos y no políticos –, las causas de esa violencia exacerbada y, por su puesto, el narcotráfico y la delincuencia organizada toda.
Al crimen organizado le dijo que habrá amnistía para ellos, pero no expuso detalles respecto de cómo será esa amnistía. Lo cierto es que el crimen organizado –y esto lo sabe López Obrador –está enquistado en toda la sociedad y en un 85 por ciento de la estructura de poder.
Domina la vida pública, controla grandes extensiones territoriales, gobierna municipios, estados, lava dinero en instituciones financieras…todo con absoluta impunidad.
Grande es el reto en esta materia porque lo que menos se espera del Gobierno de López Obrador es que haya impunidad en el caso de muchas familias poderosas del país que han amasado inmensas fortunas e inmenso poder del narcotráfico, el lavado de dinero y de otras actividades delictivas tan perniciosas como el secuestro.
Tampoco se espera que los más violentos capos del país sean beneficiados con la amnistía, aunque hayan votado por él o hayan usado enormes cantidades de recursos para apoyar su campaña política.
Todavía no conocemos el proyecto que se dará a conocer, quizá muy pronto, en materia de seguridad, la principal arteria que López Obrador tratará de desazolvar para alcanzar el objetivo de pacificar a México.
El diagnóstico en esa materia es terrible. Más de 90 por ciento de las policías al servicio del crimen organizado; cárteles del narcotráfico enquistados en todo el país con el respaldo político, gobernadores vinculados, toda una clase política llamada “La mafia del poder” que ahí siguen y no están dispuestos a irse.
Se impone, también, porque la presión nacional e internacional ha sido muy fuerte en este renglón, que López Obrador realice un amplio diagnóstico y un censo para detectar dónde está el dinero y el patrimonio del narcotráfico y emprender una amplia tarea antimafia en el país. La única forma de debilitar al crimen es quitándole el dinero, de otra manera, siempre tendrá el recurso letal disponible para corromper y seguir ejerciendo violencia.
En fin, nada sencilla la tarea como tampoco lo será en materia económica, donde los indicadores marcan que el país está en una amplia bancarrota.
El enfermizo Miguel Ángel Yunes, sepultado.
En Veracruz soplaron nuevos vientos. Morena arrasó y sepultó las enfermizas ambiciones de Miguel Ángel Yunes Linares, quizá uno de los políticos más perversos y detestables del país.
En Veracruz Yunes Linares sembró odio y cosechó odio. Así de simple. Utilizó el poder absoluto para construir un proyecto con el que pretendía gobernar 18 años. Y así lo gritaba su esposa y sus vástagos a los cuatro vientos. Se sentían los dueños de Veracruz. Y eso que todavía no ganaban la elección.
Yunes se peló con todos los medios de comunicación, con empresarios también y generó agravios por todas partes. El fue el peor publicista de su hijo porque con sus yerros y desatinos sembró rechazo, además de que no cumplió con los compromisos que hizo cuando era candidato a Gobernador.
Hizo una sobreoferta electoral que no pudo cumplir. Resultó un vil mentiroso.
Lo que viene para Veracruz ahora será justicia. El Gobernador electo, Cuitláhuac García, ofreció que no habrá impunidad en Veracruz y que revisará el ejercicio gubernamental de Miguel Ángel Yunes, los dos años terribles de Veracruz, donde el narcotráfico –de la mano del Cártel de Jalisco Nueva Generación –sembró violencia y derramó sangre en todo el país.
Yunes Linares terminó sepultado en su desgracia.
Sepultado por sus enfermizas ambiciones.
Ricardo Ravelo Galó es periodista desde hace 30 años y se ha especializado en temas relacionados con el crimen organizado y la seguridad nacional. Fue premio nacional de periodismo en 2008 por sus reportajes sobre narcotráfico en el semanario Proceso, donde cubrió la fuente policiaca durante quince años. En 2013 recibió el premio Rodolfo Walsh durante la Semana Negra de Guijón, España, por su libro de no ficción Narcomex. Es autor, entre otros libros, de Los Narcoabogados, Osiel: vida y tragedia de un capo, Los Zetas: la franquicia criminal y En manos del narco.
Es colaborador de www.enlineabc.com.mx