CDMX.- El libre mercado es una posible causa de la extinción de varias especies animales durante el siglo XIX, afirmó la doctora Irina Podgorny, jefa de la División de Archivo Histórico y Fotográfico en el Museo de la Plata, Argentina, en el Centro de Difusión Cultural Casa Rafael Galván de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Invitada por el Departamento de Humanidades de la Unidad Cuajimalpa de la UAM y el Seminario Equilibrium: Estudios sobre ciencia, tecnología y conocimiento, la doctora en Ciencias Naturales explicó que en aquel tiempo –de conquista y expansionismo– los humanos sólo llevaban un registro de las especies que significaban una ganancia económica y las demás simplemente eran exterminadas para el uso inmediato, ya sea para alimento o por la grasa de sus cuerpos.
En la conferencia Aquí y ahora: las extinciones históricas en el siglo XIX Podgorny ejemplificó con dos especies: el pingüino gigante o Alca imperial, que habitaba el norte del Océano Atlántico y la vaca marina de Steller, originaria del Mar de Bering, cuyas pieles no servían para el vestido y por ser lentas y de gran tamaño, eran presa fácil para los cazadores.
En el caso de las segundas mencionó que no existe un registro real de su periodo de vida pues no eran endémicas de alguna zona habitada por los hombres, sin embargo una vez descubierta sólo transcurrieron 40 años antes de su extinción. Al no llevar un registro de las especies, como en la actualidad ocurre, no hay precisión de la forma de los animales, ni de cuantos realmente existieron pues únicamente se les contaba como mercancías.
La especialista detalló que el caso del Alca imperial tiene ciertas peculiaridades pues no era importante para el comercio salvo porque los cascarones de sus huevos por moda en el siglo XIX eran coleccionados y vendidos por las clases altas; una vez desaparecidas aumentaron considerablemente su valor y fue gracias a estos registros de venta que se conoció el momento que dejó de existir.
Al igual que el mercado y la producción capitalista modificaron la vida de esos grupos, también contribuyeron a modificar la forma en que zoólogos y paleontólogos investigaron a las que se extinguieron durante dicho periodo.
La también investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina explicó que los fósiles comenzaron a tener un gran valor en el mercado, ya que grandes museos ingleses, estadounidenses y franceses pagaron cantidades muy elevadas de dinero para poseer cualquier prueba de cómo habían sido algunos especímenes extintos; incluso se pagaron en guineas, moneda utilizada en el Reino Unido para adquirir productos de lujo.
La forma de buscarlos consistía en revolver la basura de los habitantes para localizar cráneos o cualquier tipo de huesos que pudieran desvelar la forma física real de los animales extintos, ya que no existía ni escritura ni imágenes que pudieran dar noción de su condición física.
La especialista del museo de La Plata, en Buenos Aires, Argentina, mencionó que en la actualidad una forma para poder encontrar o saber cuántos ejemplares existían es mediante los registros de caza de la época. Así es como los zoólogos pretenden encontrar, por ejemplo, cuántos tipos de aves existieron en el Reino Unido en los periodos sin investigación científica.
Podgorny destacó la necesidad de cambiar la forma de investigar, ya que los paleontólogos se centran en localizar especies desaparecidas antes del tercer periodo geológico, como si después de eso se hubiera normalizado la adaptación y que los hombres fueran los únicos culpables de la pérdida de aquéllas.
“Se debe entender que si bien los humanos tienen responsabilidad en la extinción, hay que seguir investigando si la naturaleza continua con su trabajo de adaptación de las especies y los animales acaban de forma natural o si el hombre es, de igual manera, un factor natural de desaparición, aunque al final hay grupos de especialistas que sostienen que sólo los más fuertes sobreviven”, concluyó la especialista.