CDMX.- “Antes sí hubo guacamayas, me contaron unos señores que sí las conocieron en libertad, pero ellos ya no existen, aunque dejaron platicado que sí las vieron”, narró Abraham Ramírez, habitante de Catemaco, Veracruz.
Las culturas prehispánicas consideraban a las guacamayas como animales sagrados representantes de los dioses. Veían en ellas características que les recordaban al proveedor de energía que era el Sol. Su plumaje rojo emulaba el fuego, el amarillo al Sol y el azul al cielo, era como contemplar un amanecer.
En la actualidad, estas aves se encuentran en peligro de extinción debido a su persecución para el mercado de mascotas. En México, habitaban desde Tamaulipas hasta Chiapas, pero hoy existen menos de 200 aves en la Selva Lacandona, señaló en entrevista Patricia Escalante, investigadora del Instituto de Biología de la UNAM.
Otra de las razonas por las que ha disminuido considerablemente su población es la pérdida de su hábitat debido a la tala indiscriminada. Así, cada vez quedan menos selvas tropicales en México, Centroamérica, y en general, en el mundo.
El problema es grave, y a pesar de estar catalogadas como especie en peligro de extinción por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), continúa su comercio ilegal. “Aunque se hacen esfuerzos, no es una garantía salvarlas”.
La reintroducción
La UNAM colabora con la reserva ecológica Nanciyaga (ubicada en la selva de Los Tuxtlas), la Asociación Bosque Antiguo y el Parque Ecológico Xcaret crearon un proyecto para rescatarlas.
En Xcaret se encuentra la colonia reproductiva, donde estudiantes de servicio social de la UNAM ayudan y crean grupos de guacamayas de un año de edad, para después liberarlas en la reserva Nanciyaga de Los Tuxtlas.
En 2014 se liberó a las primeras aves rojas, desde entonces se han puesto en libertad siete grupos con un total de 189 ejemplares, de las cuales han logrado adaptarse 155. “Hemos tenido algunas bajas pero esto es normal”.
En libertad
Entrenar y liberar a las guacamayas para que aprendan a vivir en libertad es la parte crítica, pero una vez que se encuentran en su medio ambiente son felices, dijo Areli Arias Montero, veterinaria egresada de la UNAM, quien labora en el proyecto.
“Están ejerciendo su biología que es para lo que nacieron, volar, tienen la libertad de ir a donde quieran y comer donde quieran, creo que sí son felices, y sobre todo, volver a su hábitat y volver a estar en un lugar donde no hay rejas ni jaulas, es algo muy bonito”.
Para ponerlas en libertad, Arias Montero narró que realizan un entrenamiento que consiste en perseguirlas con redes para que generarles aversión hacia las personas, y así no se dejen atrapar. Además, las acostumbran a que no estén en el suelo y así no las alcancen los depredadores.
Esta actividad también les sirve para hacer condición física y para empezar a practicar el vuelo, que es lo que realmente van a hacer cuando sean libres.
En cuanto a la alimentación, Esteban Cortez, trabajador en la reserva ecológica Nanciyaga, explicó que las atienden por la mañana y tarde. Les brindan diferentes frutas, desde plátano, manzana, betabel, guayaba, entre otras, y además, les agregan frutos silvestres para que cuando las liberen los reconozcan y se alimenten de ellos.
Estas frutas las colocan junto con bandejas de agua en los comederos, que son unas tablas de madera vestidas con un camuflaje de ramas y suben a los árboles por medio de unas poleas. En Nanciyaga tienen cuatro comederos en diferentes áreas, que van desde los 10 hasta los 15 metros, donde las guacamayas pueden alimentarse en libertad.
La importancia
Este proyecto es fundamental para rescatar no sólo a las guacamayas, sino también su hábitat, y con ello, conseguir que otras especies se conserven.
“Ver a las guacamayas libres es muy bonito, nos trae bastante ambiente y lujo para el pueblo y para todos. Son aves que ya se habían ido y regresaron. Esperamos que se ambienten otra vez,” apuntó Abraham Ramírez.