Bonilla y PT: fábula del sapo y la hormiga  

Lindero Norte, la columna 

Antonio Heras

Prefiero provocar coraje que lástima, es la frase con la que Jaime Bonilla presume un ideario personal.

Sedicente ingeniero y fundador de Morena, ha dado uno y otro bandazo por anteponer sus intereses personales por encima de principios y valores.

Aprendiz de político, el senador que mutó de Morena al PT (en ambos institutos compró las franquicias) acaba de dar un paso en falso al acudir con sus huestes y estrategas a un Congreso Nacional petista donde solo se acordaría incluir en su plataforma la paridad de género.

En espera de una aclamación colectiva, llegó con personajes de los sótanos y alcantarillas políticas, aquellos que se han significado por triquiñuelas y el sello de la traición. Al igual que él son conversos de todo.

Ante la orfandad en que lo dejó Xicotencatl Leyva, convirtió a Julio Rodríguez en su estratega político, un oscuro personaje que abrevó del PAN y exigió una plaza magisterial de la que es aviador, urdió un tarascazo en el PRD que lo acogió hasta desmantelarlo, buscó convertirse en asesor de Marina del Pilar alcaldesa y al final encontró en Bonilla Valdez un buque para navegar.

Hay que recordar que Julito (no es por cariño sino por su calidad moral) le vendió la idea a Bonilla de dar albazo para quitar al dirigente de Morena e imponer a uno de sus gallos, tal y como ahora busca hacer con PT.

Mi tata para mí nana, estos analfabetas funcionales olvidan que hay que documentarse en política.

Al igual que con Morena, su ignorancia es tal que desconocen los estatutos que señalan que un cambio en una Coordinación Estatal solo puede ser gradual y no de tajo.

Ese sábado llegó con su camarilla, la misma de cuando fue gobernador en miniatura, pero todos salieron con cajas destempladas pues se trató solo de una sesión extraordinaria

Lástima, en verdad, provoca su estulticia.

Solo, solito, le creyó Andrés Manuel López Obrador a quien apoyó en la Alianza Progresista (PRD-PT-PVEM) durante el proceso presidencial de 2012, dónde asegura que le inyectó dinero y la «influencia» de su televisora por cablo y radiodifusoras en amplitud modulada. Un año después, en 2013, ya como diputado federal obradorista, impulsó al PRI en los comicios a gobernador de Baja California. Incluso fue el coordinador político de esa campaña.

Con dinero bailó el perro.

En tanto, se registra una implosión en el PT que está a punto de salirse de las manos a Alberto Anaya.

La estrategia de Bonilla es replicar la fábula del sapo y la hormiga.

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